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Existencia frustrada

lunes, noviembre 25, 2024

Escribo a menudo pero no soy escritora; juego a videojuegos pero no soy gamer; moldeo cerámica o arcilla pero no soy artesana; pinto o dibujo pero no soy artista; bailo pero no soy bailarina... Siempre impostora, siempre haciendo pero nunca siendo. ¿En qué momento te define lo que haces?

(seguramente es cuestión de confianza propia)

¿La etiqueta la pone el proceso, el resultado o cobrar por ello? Si no hay una transacción económica o una dedicación completa, ¿podemos afirmar que somos o nos tenemos que quedar en la aspiración, el anhelo? En una reflexión sobre la frustración (y donde hay un gran reflejo de mí misma bajo las capas del "nosotros" y el "porqué") empezaba hablando de que la publicación prácticamente inalcanzable para la mayoría es lo que frena en definirnos. Sin el nombre en exhibición es como si no existiera la persona creadora detrás, ¿no? De ahí, desgranando mi propio hilo de pensamiento, discurro hacia el cauce de la conexión: si no se percibe por otros, no existe y, por tanto, la propia existencia tampoco es. 

Disfrutar del camino es una asignatura pendiente en la sociedad: miramos el destino, el tiempo que nos queda, las tareas que faltan, pero se nos olvida el momento, lo que sucede en el tránsito y que, sin ello, no habría ni el principio ni el final. 

(¿a dónde voy? No lo sé, estoy en el camino, estoy escribiendo esto recuperando chispas («espurnes», en catalán, de mis palabras favoritas) y hojarasca para un hoguera reflexiva, un algo contundente y certero que se la respuesta que busco)

¿Tu gusto supera con creces tu habilidad? Ahí también nace la frustración y el no-ser. Porque, ¿cómo vas a ser algo si no puedes apreciarlo? No serás escritor o escritora, solo alguien que junta letras, que cuenta historias, que habla de un sentimiento y lo construye entre rimas. No puedes ser bailarín o bailarina si siempre eres estudiante y casi nunca pisas un escenario. 

Quizá entre ese querer ser y no ser, lo que antes era un amateur ahora es frustración. No hay un gris: se es o no se es. Y los criterios para ser los construimos sobre la imagen de los profesionales, los inalcanzables, los exitosos. Si no somos así, no somos. No albergamos definición. 

(Pero lo que vale la pena siempre cuesta. Debe haber alguna fricción con lo que creamos. ¿cómo encajarlo? ¿cómo mejorarlo? ¿cómo superarnos? ¿cómo evolucionar?)

Enciendo un fuego con todo lo que encontré en mi divagación. Veo una llama que crece, pequeña pero potente. Como los que creamos, los que traducimos nuestro mundo al de los demás y lo plasmamos con párrafos, el cuerpo, o melodías. ¿A dónde he llegado? A tres conclusiones:

  • Hay que amar lo que hacemos, pero ser críticos y abrirnos a la mejora.
  • Hay que conectar, abrirnos a los demás, enseñar nuestro cosmos propio: "esto lo hice yo, esto es parte de mí".
  • Hay que disfrutar el mientras y no etiquetarnos en la frustración.
  • Hemos venido a jugar y el mundo es nuestro patio. 

Apuntes de La Tierra Fragmentada - De cómo el poder está en el oprimido

domingo, junio 23, 2024

Portada de La Quinta estación, en la izquierda flores desenfocadas la resaltan.

Yo estaba a punto de dejar la trilogía de la Tierra Fragmentada, de N. K. Jemisin a mitad del primer libro, La Quinta Estación. Y, a fuerza de curiosidad y de cabezonería por superar ese primer muro, conseguí superar el bloqueo para adorar la historia, ¡llevo días sin leer nada más por ese luto lector que aún asoma! 

El primer libro: un muro difícil de superar en la primera parte

Y es que no es un libro fácil. La tremenda cantidad de worldbuilding, conceptos, nombres, y sucesos de la primera parte del Libro I cuesta digerir y más cuando te enfrentas a una narración en segunda persona. Soy consciente que en fantasía y ciencia ficción es complicado dar un contexto sin abrumar... ¡pero era excesivo! No podía centrarme ni en Siena, ni en Damaya ni en Essun porque aún estaba construyendo todo mi mapa mental de lo que es La Quietud, la orogenia, los abastos, las comus, los anillos, el Fulcro... 

Pero luego, pasé la mitad y de repente todo empezaba a hilarse, a tejerse, a tener sentido. El tamaño del mundo creado por Jemisin es enorme, hay que encajar en él. No es fácil, pero se consigue. Y cuando ya eres parte de la Quietud... es imposible salir.

Fue entonces cuando las metáforas, la construcción de las frases y la narración empiezan a ser mágicas. El lenguaje de la tierra te hace vibrar las entrañas. Las imágenes cobran fuerza, y se arraigan y crean su propio toro a tu alrededor.

El hogar lo definen las personas (…). El hogar es lo que llevas en tu interior, no lo que dejas atrás.

*

(…)lo odia porque se niega a dejarla descansar entre las bonitas fantasías y verdades inconfesables que han permitido que se sienta cómoda y segura durante años.

*

Nacemos del calor y de la presión. El movimiento incesante es el que nos muele. Si nos quedamos quietos es que no estamos vivos.

*

Un individuo hereda el apellido al uso de su progenitor del mismo sexo, ya que se da por hecho que los rasgos más característicos son más propensos a heredarse así.


El segundo libro: la estrella de la trilogía

Luego llega el final de La Quinta Estación y de ahí, El Portal de los Obeliscos, que para mí fue mi favorito. Quizá por el subidón del último tercio del Libro I, porque todo empezaba a encajar de una manera que no me esperaba y no dejaba de querer saber más, más y más. La crueldad de una estación, la amabilidad de las comus o los orogenes sobreviviendo en un mundo que ha aprendido a odiarlos... el remix de emociones que tuvo ese segundo libro me dejó tocadísima.

Al fin y al cabo una persona está compuesta por sí misma, y también por los demás. Las relaciones esculpen la forma definitiva de cada individuo.

*

Hay quien no debería tener a capacidad de decidir sobre las vidas que merece la pena salvar.


El tercer libro: "ésta eres tú"

Y ya en El Cielo de Piedra, viendo el final acercarse, me abrazaba a todos sin saber si llegarían al final del día, del capítulo o del trayecto. Quien fue odiado se redime, quien no tenía sentido en sus actos demuestra sus capas, y quien pensabas que no sería más que una herramienta para mover la historia florece con fuerza. 

No puedo decir que amara el final, y es que empiezo a pensar que me aferro tanto a las historias que mi reticencia a valorarlas es el reflejo de no saber dejar ir. Me pareció abrupto, salvaje, breve y como una herida rápida que siguió sangrando cuando acabé la lectura.  

Es un genocidio. Matar personas y hasta la noción de que son personas.

*

¿Ha sido demasiado rápido? Quizás las tragedias no deban resumirse tan a la ligera. Me habría gustado ser compasivo, no cruel. Eso que viviste fue cruel…, pero la distancia y el desapego curan. A veces.

*

(…) si quieres a alguien no deberías poder decidir la manera en la que esa persona te corresponde con su amor.

*

Hay muchas capas en los estratos de esa afirmación.


Apuntes de Station Eleven - De cómo nos expandimos y resonamos

martes, mayo 07, 2024

 


( Por obvios motivos, puede haber spoilers )

“I remember damage

Then escape

Then adrift in the strangest galaxy for a long time

But it’s safe now

I found it again

My home

I have found you nine times before, maybe ten

And I’ll find you again

I find you because I know, and I know you because we are the same

I have a job to do

I still have a job to do”.


Cómo resonamos. Nos expandimos a través del tiempo, nuestros actos y nuestras obras, nuestros errores y nuestras palabras.

Hace mucho tiempo quería escribir una historia que fuera de personaje en personaje y se viera como se enlazaban entre sí. Era una idea muy simple, yendo del punto A al B sin profundizar demasiado: personaje hace algo a otro, ese otro conoce a alguien más, y ese alguien se encuentra con el primero, algo así. Directo, lineal, fácil. Ahora entiendo realmente lo que intentaba buscar:  lo que Station Eleven ha hecho con el tejido de sus protagonistas. El verdadero círculo de reacciones, los grados de separación, la onda que se expande y expande y abarca con su oleaje todo el paisaje (la mariposa que bate sus alas).

Unas llaves olvidadas, un bastón, un cuchillo, un cómic, una obra de teatro, una niña. El paralelismo se maneja de una manera preciosa, construyendo lentamente cada imagen, bebiendo de cada personaje, tomando pedacitos de aquí y allá: estamos hechos de los demás. Todo se hila gráficamente por una historia espacial que empieza siendo una mera herramienta del fondo hasta que ves el resonar de la obra tras los años y cada persona que la lee. 

¿Y los silencios? Station Eleven cumple de sobras el “enseña, no cuentes”, por que incluso en las escenas sin diálogo los gestos de los personajes, el juego de luces o el enfoque te llegan al alma. No hace falta un fin del mundo trágico de constante tragedia, lleno de dolor, de lucha hacia la supervivencia, aquí hay esperanza: hay una sociedad nueva que se forja con la fortaleza de cada individuo. Cada capítulo un abrazo, una punzada, una ola de nostalgia, "love is a calamity" y esperanza porque es lo que nos queda ante todo.

Lo que he llorado con esta historia no tiene medida: de alegría, de nostalgia, de pura cautivación por lo increíble de las interpretaciones, de sentir tantísimo, de saber que algo inherente en mí ha cambiado y llevará consigo esta serie.

Está aquí

domingo, octubre 08, 2023

Hay un momento en que te dicen: ya está. Y aunque no veo respiración quiero gritarle (contra todo decoro, toda lógica): ¿cómo que ya está? No. No. No puede ser.

No sé si me dijo «ya no está», pero yo pensé: no, cómo que no está. Sí que está. Está aquí, está caliente, está suave. Aquí la tienes.

Siempre ha estado.


I


El duelo nuevo siempre viene con los anteriores de coletilla. La desdicha arrastra la tristeza anterior: en esta habitación tomé la misma decisión hace 5 años, firmé la misma autorización. 

Era lo que quedaba de mi suegra. 

La presencia eternamente presente en esta casa desde la juventud.

Era el nexo con lo que 2018 y 2019 arrebató.


II


Lo peor es lo que viene después: deshacerte de las rutinas, las evidencias de existir. Barres los pelitos que quedaron, quitas la manta del banco donde tomaba el sol, retiras un plato y lo pones a lavar antes que los otros. 

En la noche ahora quién me recordará a mí que ya no hay que dar una pastilla envuelta en pavo.


III


Hay mantas que deberían lavarse pero siguen en su sitio. Tienen la marca de la siesta, el pequeño agujero de tela aplastada. Tampoco se lava porque tiene pelitos, los miro, los froto entre los dedos porque es lo que queda de acariciar a quien ya no está. Acerco la nariz y huelo. Es curioso como empleamos todos los sentidos para recuperar lo que hemos perdido.


IV


El banquito detrás de la silla me estorba, pero si lo quito entonces ya no quedará la escalera improvisada a la ventana para las patitas con artritis que buscaban el calor del sol. 

No me siento en la butaca porque ahí está su manta con su hueco, su ausencia tangible. Si la quito ya no tendrá su camita improvisada que usaba mientras yo trabajaba.

Si quito lo que estorba, la quito a ella también.

Evolución de personaje

domingo, agosto 27, 2023

 


Yo lo intenté, en serio, pero es imposible hacer un desarrollo de personaje en 2 semanas de agonizante calor que me haga sentir como en los veranos de 3 meses cuando tenía 15, 18 o 20 años. Es imposible juntar un cambio de perspectiva con la consecución de los sueños cuando hay que lavar las cortinas, tapar agujeros de una pared, tirar un ventilador roto del verano pasado, limpiar detrás de los muebles, replantearte si seguir yendo al gimnasio o decidir qué hacer con la pila de libros pendiente que hace seis meses no tocas. 

(Ahora todo es acumular y prisas, en lugar de soltar y sosiego.)

Pero si nos rendimos a eso qué nos queda si no es esperar al próximo puente, el festivo del mes que viene, o gastar días sueltos en algún mes barato para hacer una escapada (escapar de la realidad, de uno mismo, de lo que se lleva a cuestas, de los vacíos, ¿de qué?). Me duermo a las tantas aunque una voz me dice que no debería, que me giraré el horario, pero si no recupero aunque sea una madrugada de verano escribiendo hasta las tantas ¿qué me queda si no es resignarme a perder la juventud?

No piso la playa pero me remojo con la manguera, duermo la siesta y desayuno helado, como lentejas hechas por mi abuela y voy al parque a jugar con mi primo, desayuno en una cafetería conocida solo cuando viajo y le cuento a mi marido sobre los sueños reales e irreales (los de: quiero ser escritora y los de: había un mundo oscuro y la radiación me perseguía), aprendo nuevos juegos de mesa y platico hasta las cuatro sobre todo y nada, paseo con mis abuelos hasta su cafetería favorita y comemos churros con chocolate mientras fuera caen 35 grados a pleno atardecer. No hay plan establecido y aún así se tachan cosas de las listas (de pendientes, de imposibles, de detalles, de espera).