Llego diciendo que me voy. Una bienvenida que inicia con una despedida, con un 'hasta ahora' en el que reencontrarnos en un futuro. Porque estoy y no estoy, dejé de estar por completo hace mucho, me fragmenté a medio camino y desperdigué las esquirlas, esperando volver a encontrarlas pulidas, listas para la reinserción. Pero lo que se deshecha no vuelve, es así. Quizá regresa con otra forma, como una silueta que trae aires nostálgicos pero cuya forma es totalmente diferente. La misma piedra pero erosionada.
La realidad es que ya no sé si voy, si vengo, si me quedo, si me hallo, si me pierdo. He aceptado que siempre seré un estado a medias, el espacio entre los puntos suspensivos, jamás completa, jamás eterna.
Así me presento, porque ya no puedo esperar a eso que anhelo. Sentarse no mueve el mundo, y nunca seré el ideal que me prometí porque no se puede materializar el humo. Soy de contornos borrosos, un ser difuminado que anda por caminos sin trazar, siempre buscando y encontrando, aunque no me percate de ello. Estoy hecha de cristal, de caleidoscopio, porque no existe versión definitiva, ni única. Jamás podré poner límites a lo que soy porque no existe frontera. Somos tránsito, destinados a desaparecer como fino polvo en algún momento del trayecto.
Así que aquí estoy, para dejar de decir: "voy a volver", como si el estado perpetuo de hibernación en el que me encuentro algún día acabara en primavera. Si voy a ser invierno, lo seré incluso entre la tormenta de hielo. Se acabó el mutismo, el creer que así llegaré a buen puerto, que navegaré sin brújula al paraíso y allí podré ser, podré existir.
Hola, hasta de aquí poco; seré una presencia intermitente cuyo único propósito es sacar lo que lleva dentro, lo que acumula, lo que se enquista. Te invito a que pases, a que abandones, a que te refugies, a que reflexiones, a que me odies, a que te sorprendas, lo mismo que me pasa a mí a diario con cada paso, cada instante. Estamos aquí, y estamos ahora.
Y, de repente, hasta la próxima vez que nos veamos.
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