Una ausencia inesperada me ha hecho desvanecerme, igual que esa presencia que daba por sentado. Dejé de ser, y aún hay una parte de mí que sigue intentando escapar de la niebla en la que me he visto tantas semanas. Si alguien pregunta a estas alturas que cómo lo llevo, sigo sin saber qué responder. Me encuentro en los altibajos de un campo inexplorado, a veces claramente saliendo a flote, para volver a caer inesperadamente por un golpe bajo que me deja sin aliento. Me cuesta hallar la voz.
A pesar de haber sido espectadora en primera fila del desgaste y haber contado últimos alientos, sigo sintiendo que esto no es real, que no hay posibilidad de que esto hay sucedido y que me encuentro en un terrible error. La lógica no es capaz de hacer ver a la intuición de la futilidad de la vida, del vacío de la inexistencia, y que el hueco que siento en el pecho no es un abismo al que debo asomarme en cada oportunidad.
Hay momentos en los que el tiempo va hacia atrás y parece que nada haya sucedido, encuentro los ánimos para ser quien era y la energía para tirar hacia adelante. Es entonces cuando se me entrecorta la respiración, como si me aspiraran el aire de los pulmones, y viene todo de golpe, un bucle de imágenes nocivas que me hacen tener que frenar en seco lo que sea que esté haciendo. Un recordatorio de que el tiempo avanza inexorablemente.
Ahora, tras varias semanas que dan sosiego y perspectiva, intento seguir el rimo que pertoca, mas siento que estoy corriendo para subir a un tren en marcha. Voy sin aire, tropezándome y arañándome con la maleza, sin poder alcanzar el vagón que está a tan solo unos metros. De golpe me veo imbuida en una vorágine inesperada, aún con el cuerpo agotado de días sin dormir ni comer bien, intentando ser parte de un engranaje que funciona por sí solo. Es el desequilibrio de subir a una cinta transportadora y sentir que el suelo se mueve a un ritmo incompatible con mi andar.
No sé bien como afrontar todo este alud que se viene encima, como volver a sintonizarme con el mundo cuando me he salido de la órbita durante estas semanas. Mientras, las reflexiones de la pausa me hacen sobre analizar mis actos, mi puesta en escena ante el mundo, mi actitud ante la vida, mis hábitos, mi salud, mi sintonía en el mundo, mi futuro, mi presente, mi mentalidad, mis creaciones, mi contenido, lo que comparto, lo que divulgo, las capas que me hacen ser quién soy.
Finalmente, he decidido que lo más sensato es dejar que el tren pase. Andar a la siguiente parada y esperar con calma a que todo vuelva a su cauce.
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