Yo estaba a punto de dejar la trilogía de la Tierra Fragmentada, de N. K. Jemisin a mitad del primer libro, La Quinta Estación. Y, a fuerza de curiosidad y de cabezonería por superar ese primer muro, conseguí superar el bloqueo para adorar la historia, ¡llevo días sin leer nada más por ese luto lector que aún asoma!
El primer libro: un muro difícil de superar en la primera parte
Y es que no es un libro fácil. La tremenda cantidad de worldbuilding, conceptos, nombres, y sucesos de la primera parte del Libro I cuesta digerir y más cuando te enfrentas a una narración en segunda persona. Soy consciente que en fantasía y ciencia ficción es complicado dar un contexto sin abrumar... ¡pero era excesivo! No podía centrarme ni en Siena, ni en Damaya ni en Essun porque aún estaba construyendo todo mi mapa mental de lo que es La Quietud, la orogenia, los abastos, las comus, los anillos, el Fulcro...
Pero luego, pasé la mitad y de repente todo empezaba a hilarse, a tejerse, a tener sentido. El tamaño del mundo creado por Jemisin es enorme, hay que encajar en él. No es fácil, pero se consigue. Y cuando ya eres parte de la Quietud... es imposible salir.
Fue entonces cuando las metáforas, la construcción de las frases y la narración empiezan a ser mágicas. El lenguaje de la tierra te hace vibrar las entrañas. Las imágenes cobran fuerza, y se arraigan y crean su propio toro a tu alrededor.
El hogar lo definen las personas (…). El hogar es lo que llevas en tu interior, no lo que dejas atrás.
*
(…)lo odia porque se niega a dejarla descansar entre las bonitas fantasías y verdades inconfesables que han permitido que se sienta cómoda y segura durante años.
*
Nacemos del calor y de la presión. El movimiento incesante es el que nos muele. Si nos quedamos quietos es que no estamos vivos.
*
Un individuo hereda el apellido al uso de su progenitor del mismo sexo, ya que se da por hecho que los rasgos más característicos son más propensos a heredarse así.
El segundo libro: la estrella de la trilogía
Luego llega el final de La Quinta Estación y de ahí, El Portal de los Obeliscos, que para mí fue mi favorito. Quizá por el subidón del último tercio del Libro I, porque todo empezaba a encajar de una manera que no me esperaba y no dejaba de querer saber más, más y más. La crueldad de una estación, la amabilidad de las comus o los orogenes sobreviviendo en un mundo que ha aprendido a odiarlos... el remix de emociones que tuvo ese segundo libro me dejó tocadísima.
Al fin y al cabo una persona está compuesta por sí misma, y también por los demás. Las relaciones esculpen la forma definitiva de cada individuo.
*
Hay quien no debería tener a capacidad de decidir sobre las vidas que merece la pena salvar.
El tercer libro: "ésta eres tú"
Y ya en El Cielo de Piedra, viendo el final acercarse, me abrazaba a todos sin saber si llegarían al final del día, del capítulo o del trayecto. Quien fue odiado se redime, quien no tenía sentido en sus actos demuestra sus capas, y quien pensabas que no sería más que una herramienta para mover la historia florece con fuerza.
No puedo decir que amara el final, y es que empiezo a pensar que me aferro tanto a las historias que mi reticencia a valorarlas es el reflejo de no saber dejar ir. Me pareció abrupto, salvaje, breve y como una herida rápida que siguió sangrando cuando acabé la lectura.
Es un genocidio. Matar personas y hasta la noción de que son personas.
*
¿Ha sido demasiado rápido? Quizás las tragedias no deban resumirse tan a la ligera. Me habría gustado ser compasivo, no cruel. Eso que viviste fue cruel…, pero la distancia y el desapego curan. A veces.
*
(…) si quieres a alguien no deberías poder decidir la manera en la que esa persona te corresponde con su amor.
*
Hay muchas capas en los estratos de esa afirmación.
Publicar un comentario