Yo lo intenté, en serio, pero es imposible hacer un desarrollo de personaje en 2 semanas de agonizante calor que me haga sentir como en los veranos de 3 meses cuando tenía 15, 18 o 20 años. Es imposible juntar un cambio de perspectiva con la consecución de los sueños cuando hay que lavar las cortinas, tapar agujeros de una pared, tirar un ventilador roto del verano pasado, limpiar detrás de los muebles, replantearte si seguir yendo al gimnasio o decidir qué hacer con la pila de libros pendiente que hace seis meses no tocas.
(Ahora todo es acumular y prisas, en lugar de soltar y sosiego.)
Pero si nos rendimos a eso qué nos queda si no es esperar al próximo puente, el festivo del mes que viene, o gastar días sueltos en algún mes barato para hacer una escapada (escapar de la realidad, de uno mismo, de lo que se lleva a cuestas, de los vacíos, ¿de qué?). Me duermo a las tantas aunque una voz me dice que no debería, que me giraré el horario, pero si no recupero aunque sea una madrugada de verano escribiendo hasta las tantas ¿qué me queda si no es resignarme a perder la juventud?
No piso la playa pero me remojo con la manguera, duermo la siesta y desayuno helado, como lentejas hechas por mi abuela y voy al parque a jugar con mi primo, desayuno en una cafetería conocida solo cuando viajo y le cuento a mi marido sobre los sueños reales e irreales (los de: quiero ser escritora y los de: había un mundo oscuro y la radiación me perseguía), aprendo nuevos juegos de mesa y platico hasta las cuatro sobre todo y nada, paseo con mis abuelos hasta su cafetería favorita y comemos churros con chocolate mientras fuera caen 35 grados a pleno atardecer. No hay plan establecido y aún así se tachan cosas de las listas (de pendientes, de imposibles, de detalles, de espera).
¡Qué bonito leerte! ♡
ResponderEliminarY... sí, también me siento identificada ♡