Buenos días desde la prisa innecesaria que asfixia, que solo existe porque ha sido hábito constante del que ahora intento desprenderme.
Buenos días desde la lluvia plácida y silenciosa. Ha llegado por la madrugada sin avisar, esparciéndose por el horizonte y cubriendo el monte de nubes.
Buenos días desde el sol que tinta de ámbar la montaña. Las horas son las mismas pero el amanecer se acerca y, junto al frescor de las mañanas, anuncia el otoño ya cerca.
Buenos días desde un lunes en el que debo recuperarme: la vuelta ha sido más pesada de lo que imaginaba y necesito reconducirme. Sin prisa, pero sin pausa.
Qué es este mes sino un impasse aumentado por el calor. La incomodidad de la temperatura a mí me convierte en inútil, un esperpento de existencia que se limita a vagamente existir. Arrastro mi paso por pasillos y calles, todas conexiones entre punto A y punto B, ese intermedio tedioso que no sé cómo gestionar cuando siento que me cocino por dentro. Además de todo, es que soy una dramática.
Me hago una escaleta propia de proyectos, de avances que no cumplo, pero que me inspira, me hace sentir menos caótica en la tormenta que es el pensar, el crear. A pesar de la pausa, uno de esos pendientes lo consigo tachar al escribir un relato para una antología, de la cual aún no conozco el fallo pero que la misma acción de escribirlo me llenó de disfrute, a pesar de lo trágico que impregnaba la narración.
Resalta mi tiempo fuera de casa, fuera de lo que soy cada día, de lo que me rodea. Llevo dos días disfrutando del retorno, la comida, la familia, y no se me ha pasado por la cabeza tener que compartirlo, solo vivirlo: qué importante es saber distanciarse de las redes. Compartir publicaciones sobre lo importante que es vivir el presente a veces es una contradicción. Supongo que curarse también es ser consciente de los momentos que perdemos al querer enseñarlos. Estar presente con todos los sentidos es mi manera de arropar.
No he escrito, no he leído, no he hecho fotos, no he visto ninguna película, pero he estado con la familia, he paseado, he comido y me encuentro bien. Hay mucho que perdemos desde la prisa. Qué queda si no el solventar los entramados cotidianos desde un primer plano cuando yo siempre estoy más allá de la pantalla. Qué queda si no son estos momentos.
La vuelta a casa siempre es caótica, porque aunque siempre echo de menos el hogar (ahí es donde me siento en completa armonía), no me hallo: como si pedazos de mí estuvieran aún de camino. Estoy, pero no me hallo. Me siento ajena a mis propias paredes, mi propio centro vital. Para cuando consigo hallarme, tropiezo con el ánimo de cada domingo: pero porqué no puedo hacer las 4 cosas que me apetece hacer ahora mismo sin tener que decantarme por una.
La vuelta al trabajo al acabar el mes se vive mejor con un té negro y unas galletitas de mantequilla... En realidad se vive mejor la vuelta trabajando desde casa, con horarios conciliadores, un sueldo adecuado, una carga de tareas equitativa, un ambiente sin acoso, un comité que vela por el cumplimiento de nuestros derechos y la tranquilidad de un contrato indefinido.
«Hay lugares pesados. Lugares en los que el mismo aire pesa por culpa de una maldad que lo vuelve agobiante. A veces se trata de una muerte, pero puede ser otra cosa.» [ Reseña aquí ]
«Ese espíritu era un ser sin forma que solo se ocupaba de sus propios asuntos. Entonces, se encontr´con los hombres. Y ellos decidieron convertirlo en esa hermosa mujer o en esa viueja monstruosa, porque esa es la única manera en que muchos hombres son capaces de ver a las mujeres. A lo mejor estaban buscando una explicación a por qué sus esposas morían en el parto, o por qué los bebés morían en la cuna. A lo mejor simplemente les daban miedo las ancieanas.» [ Reseña aquí ]
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