Thought Mantique: Abril - Contenida y desbordada

Abril - Contenida y desbordada

lunes, mayo 10, 2021

Foto de cabecera, vista del Laberinto de Horta, en Barcelona. Cielo azul despejado, los árboles se recortan contra él. En el centro, una estatua blanca se rodea por las paredes del laberinto. En el centro se lee el título de la entrada: "Abril, contenida y desbordada".

(Lista de Spotify aquí)

Aspiro a hacer de lo cotidiano algo cinemático.

Bajo la ventana ahora florecen geranios, recordándome con sus pétalos rojizos que, tarde o temprano, uno acaba brotando. Como ellos, yo también broto y crezco con nuevas raíces, pero salvo antiguos colores que una vez fueron parte de mí y ahora resurgen con fuerzas. Abrazo parte de lo que fui mientras, levemente, dejo irse aquello con lo que no deseo cargar más. 

Recupero una reiteración a la que me anclé hace años, como práctica literaria y de observación a mi contexto. Escribo durante el mes: 

Buenos días en este martes de té negro y bufanda amarilla anudada al cuello. Mañanas de niebla y un velo de cansancio sobre la cabeza que apaga los sentidos. Este lunes es de té blanco, sudaderas anchas, leve niebla sobre el horizonte y un sol tímido que empieza a asomar. Buenos días desde el cansancio que cuelga de cada pestaña. Buenos días desde una mañana brumosa, húmeda, lluviosa. Buenos días desde el jersey rojo tejido, la punta de los dedos fríos; desde un día que podría haber sido denso, con su propia gravedad que ancle la memoria a la ocasión, pero en lugar de eso se queda en una levedad rutinaria que hay que saber abrazar igualmente. Buenos días desde un viernes de abril de ventanas empañadas, cielos despejados, y la certeza de que el camino hay que seguirlo transitando —sin prisa, pero sin pausa. Buenos días desde un martes despejado, donde las montañas se recortan contra las nubes bajas.  Buenos días desde el contraste: fuera el agua cae en una lluvia fina y dispersa; dentro, hierve para hacer una infusión; en la taza, el vapor asciende. Buenos días desde una mañana en la que anida una promesa, un plan de futuro. La semilla de una ilusión que podría brotar, aunque es demasiado pronto para dejarla germinar. Buenos días desde la lluvia, la niebla, y la montaña que desaparece bajo las nubes bajas, ¿acaso yo tampoco existo desde esa perspectiva? Hay lluvia en el horizonte, se intercala con el frío y el calor extremos, como montaña rusa termostática. El ambiente hace que la languidez atenace e invite a volver a las mantas, a refugiarse en un cómodo silencio.  Las ventanas están cerradas pero tengo la certeza de que fuera los pájaros cantan. Una metáfora de la vida digital: apenas se me oye, pero estoy más viva que nunca.

La astenia primaveral y el cambio horario me golpean más fuerte que nunca, con un cansancio al que ya me había des-acostumbrado. La jalea real y el café de las mañanas, aún en su variedad caliente, se convierten en los mejores aliados para conseguir que el motor siga en funcionamiento. 

El perfeccionismo es una manera lenta y persistente de caer en la desesperación: la crisis existencial del momento me incita a querer dedicar tiempo a mis proyectos para que mi vida esté más llena de ellos, pero también deseo el descanso improductivo, lánguido, donde el reposo es casi absoluto. Cuidarse implica, a menudo, detenerse por completo. Hay días en los que siento que me desbordo, que no quepo, que se me escapa la energía porque hay demasiada. Hay un runrún interior constante que no se gestionar porque aún no aprendo a canalizar el exceso. Oscilo entre estar contenida y desbordarme, dos extremos opuestos en los que me balanceo. A veces siento que la vida es una constante caída y depende de nosotros encontrar la manera de convertir el vértigo en emoción.

Tras una mañana regodeándome en mi desánimo me repetí lo que decía mi madre cuando era pequeña: "ya estuvo suave". Empujé la primera ficha de dominó y estoy en ese segundo previo a que toque a la siguiente y todo empiece moverse; un colapso orquestado en el que puede pasar cualquier cosa. Llamé a la puerta de la tormenta porque no queda otra que lanzarme a sus fauces. Mimándome en cada detalle para coger fuerzas para lo que viene. Tratamiento antes de la herida como cura preventiva. Y la puerta se abrió, y salí, y respiré, y me enfrenté al vendaval que, por mi propia fortaleza recién estrenada, fue mucho más leve de lo que temía. Qué fácil es aguantar el chaparrón cuando tienes dos fuertes piernas que cimentan tu existencia. La armadura, más que aislarme, ahora me cuida. 

Me dicen: debes dejarlo todo atrás y renacer, y contesto: así lo he hecho. Las capas siguen ahí, pero ahora es más fácil deshacerme de las que me entorpecen, las incómodas, o las que solo sirven para frenar. Serpiente que se desprende de su piel, crisálida que se abre, las metáforas son infinitas para definir un cambio así. Cuánto he tenido que pasar para darme cuenta que la felicidad no es la montaña por escalar, es el bailoteo tonto con mi persona favorita mientras la comida se termina de hacer.

A veces me obligo a escribir, a crear, porque si voy a sentirme como una impostora sin talento al menos tener algo tangible como evidencia y así, al mismo tiempo, hago un jaque mate al bloqueo creativo. Me presenté a dos certámenes cuya sola participación es la verdadera victoria (especialmente cuando en las lecturas ganadoras se adivina algo tan terrible como errores de lógica, puntuación y sintaxis). Me lo recuerdo a mí y a quien me lea: no ganar no equivale a no ser válida, el trabajo tras la obra y el valor de presentarlo es el triunfo final.

Me complico la existencia con cualquier nimiedad, como borrando correos antiguos porque he leído que eso ayuda a minimizar la contaminación. Debato (interna y externamente), sobre el contraste entre quienes se ponen medallas por hacer lo mínimo, y quienes ni en la tarea más ardua son capaces de valorar su esfuerzo.

Para conmemorar Sant Jordi/El Día del Libro, rescato un relato de archivos olvidados para conmemorar, a mi escueta manera, la ocasión. Si no habéis leído El café frío es de mal agüero, aún estáis a tiempo. También es buen momento para recordar que escribí (de manera no tan breve) sobre The Last Of Us II, un juego de 2020 que llevaba esperando desde que jugué la primera parte, por 2013 después de acabar los exámenes semestrales.


Portada de "El Silencio es un pez de colores", de Annabel Pitcher.
«Soy Plutón, pero ahora mismo no quiero serlo y por eso lloro en la inmensidad del espacio, en busca de una explicación, de una conexión, de vida.»



Portada del libro "Tránsito", de Rachel Cusk
«La soledad, continuó, aparece cuando nada se te aferra, cuando nada florece a tu alrededor, cuando empiezas a pensar que tu presencia basta para matar las cosas..»

Destaco también el relato Por encima de mi cadáver, de Irene Morales, que pude disfrutar en Lektu. También el manga de Ataque a los Titanes que he comenzado, y el videojuego Tales of Berseria (que arrastraré hasta mayo), aunque la mayor joya de videojuegos fue el jugar a It Takes Two (Hazelight Studios, 2021), un cooperativo sorprendente que se merece todos los premios que está ganando. Para quien busque alguna recomendación en cuanto a cine, entre lo que más me ha gustado y sorprendido se destaca:
El Señor de los Anillos: La Comunidad del anillo (2001).
Vicious Fun (2020)
El tiempo contigo (2019)
12 monos (1995)
A silent voice (2016)
Extremis (2016)
Mujeres pequeñas y grandes (2020)

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