Qué fácil es mirar atrás y sentir que se cierra un círculo, una etapa, un capítulo. Pero también qué fácil es dejar correr el tiempo y no reflexionar, no meditar, no asimilar. Estamos ya a febrero y llevo posponiendo estas letras porque me sentía como hoja en blanco, sin nada que decir. A veces se me olvida lo importante que es para mí tomar mi tiempo y poner por escrito las reflexiones, porque rápidamente caen en el olvido y me encuentro con lagunas plácidas pero que me ocultan sus profundidades.
Con esta entrada despido un poco el año, y bastante los cronogramas que me acompañaron parte de 2020 y todo 2021. Dejo a buen recaudo estas reflexiones mensuales para cuando me apetezca retomarlas o encuentre otra manera de adaptarlas a mi vida. Por eso el punto, porque quizá sea un hasta luego o un hasta siempre, lo que seguro sí será es una pausa, un alto.
Cualquiera que me conozca sabe que a mí la pandemia me trajo más beneficios y cambios (positivos en su mayoría, aunque no por ello sin su proceso de adaptación o de duelo). 2021 me trajo la preparación vital que continúa en 2022, y que espero mantener durante los años venideros.
No me explayo porque siento que doy vueltas y vueltas en una espiral, y que el verdadero meollo está en mí, allí donde solo accedo yo. La escalera solo es un laberinto para quien viene del exterior.
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